Sunday, November 27, 2016

FUNDACION MAPFRE "Los fauves: La pasión por el color"







                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                  Corría el año 1905 cuando el crítico Louis Vouxcelles, en el Salón de Otoño contempla por primera vez obras de tonos purísimos y provocadores que le recordaron a las fieras a punto de atacar a su presa, tal es la fuerza que irradiaban desde el lienzo. Así  surge el primer grupo de vanguardia en este acontecimiento sin precedentes. Pese a que este nuevo estilo, sin un programa estético definido, sin embargo, son obras que se reconocen por la forma en la utilización del color, fundamental protagonista. Los fauves constituyen el final de continuadas búsquedas y el inicio de otras diferentes.
Los protagonistas de este nuevo arte, a caballo entre los siglos XIX y XX, utilizan el color llevándolo, cada cual, a sus diferentes psicologías. Son jóvenes vitales, enérgicos y entusiastas, a los que les unió aquella muestra, un tanto escandalosa, del Salón de Otoño.
La importancia del color para este joven movimiento pictórico es tanta que rechaza la tradición o el espacio, incluso la luz del impresionismo. Sólo importa el color descarado y vibrante.
Gustave Moreau, pintor extravagante del siglo XIX puso su estudio a disposición de estos pintores lo que contribuyó a la formación de un grupo que no solo compartió arte sino amistad. Es significativa la frase de Moreau, "creo solo en lo que no veo y únicamente en lo que siento", lo que sugería a sus alumnos a ir en pos de caminos personales. La muerte de Moreau supuso gran desconcierto y aquel lugar donde se forjaron tendencias personales no pudo ser reemplazado por otro.
Dos grandes historiadores del siglo XX, Giulio Carlo Argan y Pierre Francastel coinciden en señalar que la pintura de aquella época estuvo marcada por el impresionismo o neoimpresionismo, pero también como reacción al mismo.
En definitiva la pintura fauvista se basa en la experiencia emocional y la intuición.
Este movimiento tan brillante como breve, dos años de vigencia apenas, dio pie a que a sus artífices a iniciarse por caminos diferentes, sentando las bases de otros movimientos de vanguardia como el expresionismo o el cubismo.
Pintores como Charles Camoin, Georges Braque, André Derain,Raoul Dufy, Henry Manguin o Henry Matisse, entre otros, llenan las miradas de colores vivos y apasionados, en los que el espectador sentirá no pocas emociones y recordará a otros pintores como Picasso al que pocos se resistieron en imitar.


La muestra puede contemplarse en la Fundación Mapfre hasta el 29 de enero de 2017



FUNDACION MAPFRE "Los fauves: La pasión por el color"







                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                  Corría el año 1905 cuando el crítico Louis Vouxcelles, en el Salón de Otoño contempla por primera vez obras de tonos purísimos y provocadores que le recordaron a las fieras a punto de atacar a su presa, tal es la fuerza que irradiaban desde el lienzo. Así  surge el primer grupo de vanguardia en este acontecimiento sin precedentes. Pese a que este nuevo estilo, sin un programa estético definido, sin embargo, son obras que se reconocen por la forma en la utilización del color, fundamental protagonista. Los fauves constituyen el final de continuadas búsquedas y el inicio de otras diferentes.
Los protagonistas de este nuevo arte, a caballo entre los siglos XIX y XX, utilizan el color llevándolo, cada cual, a sus diferentes psicologías. Son jóvenes vitales, enérgicos y entusiastas, a los que les unió aquella muestra, un tanto escandalosa, del Salón de Otoño.
La importancia del color para este joven movimiento pictórico es tanta que rechaza la tradición o el espacio, incluso la luz del impresionismo. Sólo importa el color descarado y vibrante.
Gustave Moreau, pintor extravagante del siglo XIX puso su estudio a disposición de estos pintores lo que contribuyó a la formación de un grupo que no solo compartió arte sino amistad. Es significativa la frase de Moreau, "creo solo en lo que no veo y únicamente en lo que siento", lo que sugería a sus alumnos a ir en pos de caminos personales. La muerte de Moreau supuso gran desconcierto y aquel lugar donde se forjaron tendencias personales no pudo ser reemplazado por otro.
Dos grandes historiadores del siglo XX, Giulio Carlo Argan y Pierre Francastel coinciden en señalar que la pintura de aquella época estuvo marcada por el impresionismo o neoimpresionismo, pero también como reacción al mismo.
En definitiva la pintura fauvista se basa en la experiencia emocional y la intuición.
Este movimiento tan brillante como breve, dos años de vigencia apenas, dio pie a que a sus artífices a iniciarse por caminos diferentes, sentando las bases de otros movimientos de vanguardia como el expresionismo o el cubismo.
Pintores como Charles Camoin, Georges Braque, André Derain,Raoul Dufy, Henry Manguin o Henry Matisse, entre otros, llenan las miradas de colores vivos y apasionados, en los que el espectador sentirá no pocas emociones y recordará a otros pintores como Picasso al que pocos se resistieron en imitar.


La muestra puede contemplarse en la Fundación Mapfre hasta el 29 de enero de 2017



Thursday, November 24, 2016

RENOIR EN EL MUSEO THYSSEN







Un total de 78 obras procedentes de museos y colecciones de todo el mundo se pueden admirar en el Museo Thyssen desde el 18 del pasado octubre hasta el 22 de enero de 2017. "INTIMIDAD" es el título que Guillermo Solana, comisario de la muestra, ha querido dar a la misma para destacar la sensibilidad del artista  al que consideraba, junto a Monet, uno de los más grandes del impresionismo. Renoir, sin embargo, iba mucho más allá ya que acerca al espectador hasta conseguir que se introduzca en la escena como en esos retratos femeninos y cotidianos donde las mujeres cosen, leen, tocan algún instrumento o se extasían ante sus propias reflexiones.

INTIMIDAD, está organizada siguiendo un recorrido temático, en torno a seis apartados: Impresionismo; lo público y lo privado donde aparecen escenas como El almuerzo de los remeros o un estudio del natural de Le Moulin de la Galette, así como un paisaje impresionista, Mujer con sombrilla en el jardín.
A partir de 1881 la vía impresionista parece agotada y Renoir vuelve la mirada a lo clásico y añadirá a su pintura un énfasis hacia el dibujo. Retratos de encargo. A partir de ese momento Renoir adquiere una gran reputación como retratista y se convierte en el pintor más solicitado por la sociedad parisina. Placeres cotidianos. Es ahí donde encontramos esos retratos de mujeres en actitudes íntimistas, en el interior de sus gabinetes que parece aislarlas del espectador.

Paisajes del norte y del sur. La sala dedicada a los paisajes incluyen escenas de la costa de Normandía o la Bahía de Salerno. La familia y su entorno.Y nos adentramos en las escenas familiares o domésticas donde sus hijos, su mujer Aline o la niñera nos llenan de ternura.

Bañistas. Uno de los motivos predilectos de Renoir son los desnudos, un estilo al que algunos de sus compañeros a excepción de Degás no consideraron académico.


  El cineasta Jean Renoir escribió que su padre "miraba las flores, las mujeres, las nubes del cielo como otros hombres tocan y acarician".
Renoir tenía prejuicios sobre los intelectuales a los que definía como seres tarados, incapacitados para los sentidos, "porque los sentidos, más que el cerebro son lo más importante." Y así invita al espectador de esta muestra a admirar algo más que la belleza estética de sus cuadros sino todo lo que emanan de sensibilidad sus personajes.

Tuesday, November 08, 2016

“NORMA” DE VINCENZO BELLINI: DIFERENTES PERSPECTIVAS








Ya sea la Norma que se representó recientemente en la Royal Opera House bajo la dirección de escena de La Fura dels Baus,  con la escenografía impactante de Alfons Flores, o bien sea  la Norma que se acaba de representar en el Teatro Real de Madrid con Davide Livermore  y Giò Forma como directores de escena y escenografía, respectivamente, dejan la misma impresión en el espectador porque éste acabará rendido ante el drama de esta historia  de odio amor y celos que se desarrolla en la Galia durante la ocupación romana en torno al año 50 a C.
Como espectadora de ambas representaciones, en primer lugar la Norma de Londres, tengo que decir que la primera impresión ante la montaña de cruces que aparece en el escenario nada más abrirse el telón es la misma que tuve en Lituania, en el Valle de las Cruces, un lugar inverosímil perdido en medio de la nada donde, a lo largo de los siglos, los fieles han ido dejando cruces por los desaparecidos, por los muertos en las guerras, por todos los lituanos que han sufrido las injusticias de la opresión o de las guerras.
A medida que va desarrollándose la obra en el Royal de Londres el espectador  irá reconociendo una ácida crítica hacia los poderes fácticos, a esos poderes que llevan su filosofía hacia a esa máxima de “haz lo que digo pero no lo que hago”. Lógicamente, han sido muchas las críticas que se han vertido ante ese “atrevimiento” de la Fura dels Baus al poner al desnudo los grandes pecados del catolicismo, de esa España católica apostólica romana (y romántica) que no se sabe si está en plena vigencia todavía para muchos españoles. También de los grandes pecados del mundo.
Pero debemos centraremos en la historia que nos van a ir contando unos actores apasionados que se han puesto en la piel de los personajes  y que consiguen contagiar al espectador. Nos ceñiremos por tanto, en la historia de la Norma de Bincenzo Bellini, y nos remontamos al siglo 50 a C,  en un bosque sagrado donde viven los druidas, que junto a  los guerreros se han reunido  para ver la salida de la luna para que la sacerdotisa Norma adivine mediante ceremonias religiosas la voluntad del dios Irminsul.

En el acto I, Norma y Adalgisa, amigas y confidentes se han enamorado del mismo hombre aunque a ambas se lo prohíba su religión. La primera tiene dos hijos de Pollione, procónsul de Roma, aunque ella, supuestamente,  sea una sacerdotisa virgen. Ha pasado el tiempo y Pollione  ya  no ama a Norma porque se ha enamorado de Adalgisa. Cuando ésta, en medio de grandes remordimientos de conciencia confiesa a  Norma su traición a los votos de castidad que había contraído y Norma va rememorando su propio pecado mientras escucha a su amiga, intenta consolarla y tranquilizarla y la perdona, pero al interesarse por el nombre del hombre por el que ha perdido el juicio  y comprueba que es Pollione, monta en cólera y toda su venganza y odio se dirigirá hacia él.
En el acto II los  romanos, al apercibirse de que se acercan los galos huyen para evitar una muerte segura, Norma  les reprocha su actitud porque no han consultado la voluntad de su dios y les dice que todavía no ha llegado la hora de la rebelión aunque profetiza la caída de Roma. Entonces corta el muérdago sagrado invocando a la luna  y reza por la paz aunque druidas y guerreros exigen la guerra y planean la muerte de Pollione. Norma les promete que morirá pero su corazón le pide que vuelva a ella con el mismo ardor del principio.

Adalgisa y Pollione planean huir a Roma.

Y así va transcurriendo una ópera intensa y brillante donde la tragedia se anuncia a cada instante como la escena en la que Norma blande el cuchillo para asesinar a sus hijos y suicidarse después pues teme por ellos aunque no lo hace porque Adalgisa demuestra gran fidelidad a su amiga y promete que intentará convencer a Pollione para que vuelva con ella.

La escena final representa la pira donde Norma y Pollione morirán juntos.

Norma es una de las ópera más potentes del panorama operístico.





Wednesday, November 02, 2016

MUSEO GUGGENHEIM DE BILBAO: FRANCIS BACON "DE PICASSO A VELÁZQUEZ"







 El Museo Guggenheim de Bilbao, expone cincuenta pinturas, las más atractivas e interesantes de Francis Bacon, junto a una treintena de obras de diferentes pintores clásicos y modernos que fueron el hilo conductor en la carrera del artista. Son obras inquietantes en las que el ser humano se muestra al desnudo para exhibir lo más miserable y vulnerable que pueda tener el hombre. Obras que muchos han intentado desprestigiar, incluso ignorar, pero que nunca dejaron indiferente a quien las contemplaba, precisamente porque el observador, desde el primer instante de su contemplación, queda prendado y prendido ante el espectáculo de la carnalidad sin tapujos que el artista exhibe en cada una de ellas. Algunos preguntaron al artista que porqué no pintaba a la rosa. A lo que Bacon respondió que la rosa, como el hombre, acaba marchitándose y muriendo. La belleza y el horror siempre caminan junto al hombre sin dejarlo un solo momento de su vida.

Picasso fue descubierto por Bacon cuando éste tenía a17 años y a partir de ese momento supo que quería ser pintor. Después serían Manet, Degas, Gauguin, Van Gogh, Seurat, Matisse. Su relación con la cultura española dejò una importante impronta en la obra de Bacon. Impresionado por el retrato que Velázquez hizo del Papa Inocencio X, el artista realizó más de cincuenta  reproducciones de esta obra pero nunca quiso hacerlas del original sino de diferentes e importantes copistas. Zurbarán, El Greco o Goya también fueron artistas que subyugaron a Bacon en las diferentes visitas que hizo al Museo del Prado.



Pero no sólo fueron los pintores famosos los que llamaban su atención sino que también fue un ávido lector de la literatura francesa. Racine, Balzac, Baudelaire o Proust. Todo ello hizo de Bacon un hombre culto y de gran formación, aunque ello no impidió que llevara una vida bohemia y se dejara llevar por cuantos apetitos tenía a su alcance. Su padre, muy estricto, cuando supo de sus preferencias sexuales, lo mando fuera del país para que le corrigieran tales "desviaciones" pero lejos de conseguir los deseos de su padre fue todo lo contrario pues se dedicó a dar rienda suelta a una intensa vida licenciosa. Eso sí, tenía por costumbre trabajar durante toda la mañana en su estudio. Por la tarde se vestía escrupulosa y elegantemente y se dedicaba a la diversión con sus amigos.

El Museo Guggenheim ha tenido el acierto de llevar a sus salas esta muestra singular para acercar al espectador a este artista que supo jugar con la psicología humana con la misma maestría que con los pinceles. Ninguna de sus obras, por muy estrafalarias que nos parezcan, están hechas sin haber sido estudiadas bajo el control y el análisis del artista. La obra de Bacon es pura reflexión y nos conduce a la realidad más cruda del ser humano como parte del cosmos. 

Desde el 30 de Septiembre de 2016 hasta el 8 de Enero de 2017
MUSEO GUGGENHEIM DE BILBAO