Thursday, July 28, 2022

TEATRO REAL- Última ópera de la temperada, HADRIAN, de Rufus Wainwright

Con la colaboración especial de la Mapplethorpe Foundation, el Teatro Real estrena Hadrian, emperador romano y relata el último día de su gobierno entre los años 117 y 138 de nuestra era. Se sabe que este emperador es más conocido por la construcción del muro que lleva su nombre en Britania y por los conflictos con Judea contra el monoteísmo. Sin embargo, se desconoce por completo su condición sexual como homosexual, su mayor legado, y mucho más en estos tiempos. Hadrian tuvo un gran amor, amor profundo, por otro hombre, Antinoo. En aquel tiempo las relaciones homosexuales eran comunes y aceptables lentre los nobles, pero siempre cuando fuera el placer por el placer entre un joven, esclavo queestaba sometido a su amo, el adulto. Antinoo era demasiado mayor para que esa relación fuera bien vista. Lo que más escandaloso era que Antinoo era tratado como un compañero, de igual a igua. Esto no estaba permitido. La pareja se había conocido en Grecia mientras el emperador conocía esta país. Estuvieron seis años juntos. Ambos se prometían una vida feliz en TIBUR, residencia de Hadrian pero, Antinoo murió repentinamente. Este sería, en síntesis, el arranque de la ópera. Consta de tres actos y el primero de ellos versa, precisamente, en la noche en que el emperador está muy enfermo pues la muerte de Antinoo lo ha sumido en una fuerte crisis. Esta rodeado de los más allegados que están ansiosos e impacientes para que Hadrian retome el mando. Hay una gran crisisy en Judea se gesta una rebelión. Llega para ayudar a Hadrian, Plotina, la emperatriz que ayudó a Hadrian a conseguir el trono. Le anima para que se ponga al mando dado que el monoteísmo avanza. Como Plotina es una deidad, promete a Hadrian que si deja a un lado todo lo que le aqueja y se repone, le proporcionará volver al pasado para que pase dos noches con Antinoo. Hadrian accede a tan atractivo trato. En el segundo acto se nos muestra el pasado en la Grecia que tan feliz hizo a la pareja. Rememoran una preciosa fiesta en Robigalia, que celebra la cosecha. Aquí es donde conoceremos a la esposa de Hadrian, Sabina, una sensible mujer, desengañada por la falta de atención de su esposo. Tamibién nos encontraremos con Turbo, amigo de la infancia de Hadrian. Plotina visita a todos ellos bajo la apariencia de Sibila que predice el futuro de Hadrian, pero Hadrian se deja llevar por la fiesta e ignora cualquier premonición indeseada. Termina el acto con la invitación de Adriano a Antinoo para que vuelva a él. El tercer acto. Están en Egipto y navegan por el Nilo. La pareja se envuelve en la misma pasión, que les convierte en almas gemelas. Han pasado los seis años y todos quieren volver a Roma. Antinoo es ya una presencia respetada por todos. Antinoo es un sabio que ofrece sabiduría, pero a Turbo le preocupa que Hadrian esté sometido y medatizado por Antinoo, porque no lucha para frenar la maquinaria que los militares de Roma consieran necesaria para consersvar el Imperio. Por eso Turbo media con Sabina un plan para que separe a los amantes. El último acto regresamos a la noche de la muerte de Hadrian. Se encuentra desolado al conocer toda la verdad. Reacciona y adopta una venganza que será la perdición, tanto del Imperio como de los deseos de Plotina. Envía tropas a Judea. Y obliga a Turbo a confesar el asesinato de Antinoo. Hadrian muere para convertirse en Dios.

Thursday, July 21, 2022

NABUCCO, DE VERDI, NUEVA ÒPERA EN EL TEATRO REAL

Una estructura semejando un muro o pared, oscilando en todo momento: a derecha, a izquierda, adelante, atrás; mostrando u ocultando a los esclavos que claman y claman; cantan como los ángeles durante el tiempo que dura la representación. Ese muro, simbolismo de tantas injusticias, tiene un tono verde mar, como se muestra el océano al atardecer. En conjunto, pareciera que el vestuario de los actores, cientos de esclavos en el escenario, se confundiera con ese tono oceánico. Sin embargo, la iluminación, magnífica, nos descubre los tonos de los vestidos de hombres y mujeres: ocres, amarronados, beiges; todo equilibrado, todo uniformado, para evitar que nadie destaque. Sólo pueden lucir el rey, la reina, y las pequeñas “meninas”, que lucen espectaculares vestidos pomposos, lujosos, en un tono metalizado que rompe el colorido general del resto. Una corona real tiene gran protagonismo. La música, los coros, las voces que suenan en el templo como una sinfonía constante de aves en el más recóndito paraíso, transporta al espectador a soñar. Me estoy refiriendo a la ópera Nabucco, de Giuseppe Verdi, que se representa estos días en el Teatro Real de Madrid. Esta obra trata de la conquista y expulsión de los judíos de Jerusalén por parte del rey de Babilonia (Nabucco). Zaccaria, Sumo Sacerdote, anuncia a los hebreos que no deben temer pues tienen secuestrada a la hija del Rey, Fenena. Ésta está enamorada de un judío llamado Ismaele, que es sobrino del rey de Jerusalén. Fenena e Ismaele se declaran su amor. Pero el rey Nabuco tiene su otra hija, Abigaill que también está enamorada de Ismaele. Al enterarse de este amor, Zacaria ataca a Fenena con un puñal, pero es detenido por Ismaele. Y vuelven la magia de los amores cruzados que dan tanto juego en cualquier representación y que suelen acabar en tragedia. Como la vida misma. Según apunta Joan Matabosch, hay que no obviar el tono mesiánico de la trama pues se hace clara referencia a unos versos del profeta Jeremías. Así se proyecta la sombra del profeta y de su interpretación sobre las desgracias de Israel. Tampoco se puede olvidar el sufrimiento de los hebreos que son como un castigo de Dios. Mientras Nabucco se ausenta de Babilonia, Fenena se convierte al judaísmo y reina, en su ausencia, Abigaille, la que descubre un documento donde se afirma que es hija bastarda de Nabucco y por tanto, esclava. Intenta arrebatarle el poder a Fenena y hace correr la noticia de que el rey ha muerto, pero éste aparece ante el alboroto de las gentes a las que se les exige que rindan honores como al nuevo dios. Los hechos se suceden: Nabucco enloquece y Abigaille reina con gran crueldad. En el gran templo de Baal, los sacerdotes presionan para que haga desaparecer a los judíos, pero ha de ser Nabucco el que selle la orden. Mientras los esclavos esperan el castigo, los judíos, a orillas del Eúfrates comienzan a entonar el canto “Va pensiero”. Aquí hay que respirar hondo y prestar atención al lamento que llega al auditorio desde el escenario. Coros y música se han fundido en perfecta simbiosis. El público se emociona y calla. El final se prolonga en medio del silencio como la brisa recorre el bosque. Los aplausos se oyen y las palmas duelen. El director de orquesta hace un gesto y grita el teatro. Vuelve a obsequiar con otro bis. Y se repite el “Va pensiero”. El coro de los esclavos llena el espacio. Abigaille, presa de remordimientos, ingiere un veneno que la llevará a la muerte. Pero antes de morir intercede para que su padre bendiga la boda de Fenena e Ismaele. Cabe destacar el papel de las dos niñas, como meninas velazqueñas, desplazándose por el escenario, asustadizas, huyendo ante la presencia del rey, ante la rotunda presencia de la reina. Un regalo para la vista. La ópera consta de cuatro actos, dos horas y treinta y cinco minutos de duración. Son 15 representaciones. Director musical: Nicola Luisotti Director de escena: Andreas Homoki Iluminación: Franck Evin Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real