Thursday, December 27, 2012

MACBETH y VERDI, Mágica conjunción en el Teatro Real de Madrid















El Teatro Real de Madrid finalizó la temporada 2012 con Macbeth, uno de los dramas de Shakespeare al que se incorpora la música de Verdi. Un espectáculo donde se confabula lo mejor de las artes con la gran sensibilidad de la dirección del Teatro Real, concienciado con el mundo de la cultura y al mismo tiempo con la problemática social, tan convulsa en los últimos  tiempos. A lo largo de la temporada la dirección del Real se ha hecho eco, no sólo de las revueltas actuales, sino de las grandes revoluciones que han acontecido en la historia a lo largo de los siglos. Así se han ido representando obras como  como Iolanta y Persépphone, Rienzi de Wagner, CEURS (Corazones), Poppea e Nerone o Boris Gudonov entre otras. En cada uno de estos títulos el espectador ha sentido despertar su conciencia y ha derramado alguna lágrima ante la profesionalidad de los actores: de los tiranos y de los esclavos, del criminal y de la víctima, del rico y de pobre, del traidor y del noble. La naturaleza humana es tan vulnerable y tan "rica" en expresiones que el espectáculo, a veces, era percibido por el público como realidad cotidiana comprobando aquella máxima de Hobbes que decía que "el hombre es un lobo para el hombre". La comunión que se ha establecido  entre el público y los actores ha estado siempre presente cumpliéndose la verdadera misión del teatro que no es otra que  la transmisión cultural y la concienciación social.


Macbeth es un drama que, desde el principio, va calando en lo más íntimo del alma, contribuyendo a ello, cómo no,  Dimitri Tcherniakov y Teodoro Currentzis mediante la escenografía y la dirección musical respectivamente. Pero sobre todo por las preguntas que se dejan en el aire y sin respuestas unánimes. Cada cual se preguntará el protagonismo de las brujas en escena, qué mensaje querían transmitir o por qué es Macbeth la víctima propiciatoria,  sobre todo por su propia esposa.

La escasez de miras de las sociedades pequeñas, las envidias, la curiosidad de los unos por los otros. Todo se muestra en escena con la misma precisión con la que se contempla la vida misma desde cualquier ciudad remota o desde el villorrrio más próximo.

El espectador, cuando finaliza la representación  y se dirige a su casa, podrá pensar en el drama teatral de Shakespeare pero también podrá prescindir de él para saborear solamente la música de Verdi  o también podrá  olvidarse de ambos para reconocer el impecable trabajo de los actores que consiguieron transportarlo a las miserias de lavida cotidiana. Siempre se hará preguntas que no sabrá darle respuesta.

Felicitamos al Teatro Real por el acierto en la programación de esta última temporada operística.
 
 



 
 

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